viernes, 20 de mayo de 2011

El sufrimiento de la competición


Mi intención en este artículo es tratar sobre la agonía de las competiciones. Como, en mi caso son las de atletismo, os comentaré la angustia que hay que pasar para que el esfuerzo se vea recomensado, al igual que los entrenamientos. La verdad es que yo llegué a mi primera competición en Benavente, la del Caracol, y no me fue bien precisamente, quedando de los tres... últimos. Luego, llegó el Cross de Atapuerca, 41, y la San Silvestre, el 3º. A partir de aquí se puede decir que es donde empezé a saber lo que era de verdad sufrir sobre las zapatillas, porque, a partir de ahí, supe que podía meterme en un podio.
Aquí, en cada competición acababa fastidiado, por no decir otra cosa más fuerte. Recuerdo en mi primera participación en el Memorial Ángel González de Salamanca, que lanzé tal sprint que creo que llegué a mi umbral aneróbico (entonces por unas 207 pulsaciones). Para, a partir de la Milla de Marcos Fernández, descubrí que todo el sufrimiento que antes había acumulado era poco, que podía llegar más allá todavía. Allí, supe lo que era agonía, sufrimiento, ir a tope y ver que alguien va mejor que tú, te pasa y, tras machacarte todo el rato, pierdes la carrera en los últimos 50 metros. A partir de entonces, pasé de acabar cansado o "cascado" a acabar echo unos zorros. También puede ser porque, a partir de ahí, fue cuando empezé a ganar carreras. Del sufrimiento y del agotamiento, he llegado a estar afónico al llegar a meta, como me pasó en el barrio de Los Bloques. También sé lo que es ir a 199 pulsaciones durante 5000 metros. Y lo malo fue que el primero me sacó dos minutos.
Pero, con el sufrimiento de la competición, os digo una cosa: si queréis competir, ¡no dudéis en hacerlo! Para algo están las carreras populares, aunque siempre vayamos los que estamos "picados" a sacarnos los ojos.

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