martes, 22 de noviembre de 2016

Vuelta a la escritura

"Antes se decía que correr era de cobardes; yo creo que ahora cobarde es el que no corre, porque se necesita valor para salir a correr". (Chema Martínez).

Han pasado varios días desde la última entrada que publiqué, que si no me equivoco, data del día seis de noviembre. En este espacio de tiempo, han sucedido unas cuantas cosillas dentro del mundo deportivo. Por un lado, hemos visto cómo la temporada de campo a través ha dado su inicio con Atapuerca, Soria o la Espada Toledana. Pero ésto no ha sido lo único atlético que hemos vivido en estas dos semanas, y es que nos hemos encontrado con dos pruebas de asfalto de bastante renombre, como son la Behobia-San Sebastián y la maratón de Valencia, donde, paralelamente a la prueba de 42 kilómetros, se hizo otra de diez kilómetros. En el plano más personal, después de estar dos meses menos una semana sin poder entrenar, hace ya una semana que me calcé las zapatillas y me puse de nuevo a entrenar. Nuevos proyectos, nuevas preparaciones y un denominador común: ganas de poder volver a entrenar y a competir.

Con noviembre, han llegado unas cuantas citas atléticas de lo más interesantes, todas ellas con un nivel considerable. Atapuerca abrió hace una semana la temporada invernal. Como es habitual, el dominio africano fue claro, y los atletas del continente que seguramente más corredores de alto nivel ha estado sacando en los últimos años. Lo mismo sucedió en el cross de Soria, con un claro denominador de estos corredores, mientras que la Espada Toledana tuvo como atletas victoriosos a Toni Abadía y a Alessandra Aguilar, quienes a priori eran los atletas que más posibilidades tenían de alzarse con la victoria, cumpliendo así con los pronósticos establecidos.

De todos estos tres crosses, tan solo he competido en Atapuerca. Allí estuvimos durante seis años consecutivos, de los cuales, tan solo cuatro fui con la intención de competir “en serio”, ya que las dos últimas participaciones me pillaron ya como “jubilado” y no me las tomé tan en serio como en las ediciones anteriores. Pero, casualidades de la vida, el año donde más contento he acabado fue el primero de esos dos años, en 2013, donde, a pesar de que llegué no bastante lejos, sino lejísimos de los atletas de cabeza (si no recuerdo mal, fui el 105), fue el año donde mejores sensaciones tuve, sin duda alguna. Fueron cinco kilómetros que completé en un tiempo de 17'27, escuchando las sensaciones que me iba transmitiendo mi cuerpo. Aquello lo recuerdo como mi mejor recuerdo en este cross burgalés, a pesar de haber logrado un par de años entrar entre los veinte primeros (en 2010 fui décimo segundo y en 2011 décimo cuarto, ambos en la categoría Cadete), y el primer año de Juvenil haber entrado en el puesto vigésimo segundo. Como ya he comentado alguna vez, siempre me ha pasado lo mismo en Atapuerca, y es que me notaba atrancado, como si aun no hubiera alcanzado ese pico de forma que luego, unas semanas después, sí que notaba que había llegado. Quizá, por la forma de entrenar que teníamos por entonces, la idea era ir mejor en los crosses de diciembre, éso es algo que desconozco, pero de lo que estoy bastante seguro es que en Atapuerca siempre tenía la sensación de que lo podía haber hecho algo mejor. En 2013 fue todo completamente diferente, y la verdad, me sorprendió verme bastante más suelto que otros años a ritmos de 3'30-3'35. Pero bueno, supongo que todos tenemos derecho a que de vez en cuando se nos junten los astros, incluso en pruebas en las que nunca nos hemos notado especialmente bien.

Esto del campo a través no ha hecho más que empezar, y aun faltan varios importantes, como Cantimpalos, Aranda, Venta de Baños o Itálica. Los tres primeros también los corrí, y salvo en Cantimpalos, en los otros dos he repetido participación, corriendo tres veces en Aranda y dos en Venta de Baños. Del que mejor recuerdo guardo creo que es de Cantimpalos. El año que corrí, llegué en un estado de forma creo que bastante interesante, aunque, las cosas como son, pudo haber salido una mejor carrera de no haberme quedado en la salida cerrando el grupo, una experiencia que, por otro lado, no estuvo del todo mal, y es que es toda una experiencia ir el último, mirar el GPS y ver ritmos de 3'15. Aquel año, aunque con sol y frío, hubo una temperatura bastante más agradable de la esperada a esas alturas del año, pero el viento se empeñó en hacer acto de presencia, y por si no tuve bastante con salir tan atrás, me quedé en tierra de nadie tras ir remontando durante gran parte de la carrera, y me tocó ir durante muchos metros tragándome todo el aire. Mi objetivo principal era el de intentar enganchar con los primeros. Llegué a un punto, que me llevó a sufrir al final de la carrera más de lo deseado, en el que los veía a unos pocos de metros, pero yo ya iba al límite, y por más que intentaba engancharme a la parte trasera de ese primer grupo, lo único que conseguí fue reventarme después de remontar, tragarme el aire y tirarme a por algo que, visto ahora, podríamos decir que fue una quimera, como fue intentar engancharme a ese grupo. De Aranda de Duero tampoco tengo mal recuerdo. En mis dos primeras participaciones, sobre todo en la primera, tuve unas sensaciones buenísimas. El segundo año cometí un serio error, que se ha quedado entre los compañeros que corrieron aquel año como la anécdota en la que me dijeron que corriera “con cabeza” y yo entendí que corriera “en cabeza”, y ya en la segunda vuelta al circuito iba fundido. Fue un error que, quizá, de no haber cometido, me hubiera permitido estar un poquito más arriba… o no. Algo que tiene la competición es que, en muchas ocasiones, tendemos a pensar en lo que pudo o no pudo ser, y al fin y al cabo, solo sabemos seguro lo que pasó, todos esos pensamientos de “qué hubiera pasado si...” no dejan de ser eso, pensamientos. El último año que corrí fue en 2014. Salía de una lesión, llevaba entrenando unos dos meses y medio o tres meses, y aunque ya empezaba a notar ciertas sensaciones positivas, aun faltaba mucho para mejorar. De Venta de Baños guardo dos recuerdos completamente diferentes. El año de mi debut en esta prueba palentina (2012) acudía con ganas porque para mi era (y sigue siendo) un cross diferente, con cierta magia. Posiblemente, el que más ganas tenía de correr. Aquel año corrí sin clavos, con unas Nike Pegasus, y con la cantidad de barro y agua que hubo, las pasé bastante canutas. Mi segunda (y última) participación en Venta de Baños fue en la edición de 2014, y con un día completamente diferente. Aunque a lo largo de la mañana, y mientras el resto de compañeros del club competían, la niebla se empeñó en hacernos compañía, cuando nos tocó competir a los Veteranos y a los Juveniles, donde estábamos mi compañero Carmelo y un servidor, el día se despejó por completo y pasamos hasta cierto calor mientras nos las veíamos con los clavos, la pista de ceniza y los caminos de sus alrededores. Aquel año, en lo que a agua se refiere, tuvimos bastante más suerte que en el año de mi debut, y nos encontramos unos caminos completamente diferentes de los que me había encontrado en 2012.

Cambiando un poco de tercio, y volviendo más a la actualidad, al fin, después de casi dos meses, he logrado volver a calzarme las zapatillas y empezar a entrenar. Hace una semana, un domingo que teníamos pensado salir en bicicleta, se levantó el día con cierta niebla, lo que me animó a dejar las dos ruedas de lado y ver qué era lo que le pasaría al pie si me ponía a correr. Sin pensármelo demasiado, acabé rodando poco más de nueve kilómetros en 46'14. Quizá, para ser el primer día, haber estado lesionado y no saber cómo me iba a responder el pie, me pasé un poquillo, pero acabé bastante contento y pensando en empezar a organizar los primeros entrenamientos de cara a los siguientes días. Como creo que ya he comentado en alguna entrada, entraba dentro de los planes, cuando pudiera volver a correr después de la lesión, organizar los primeros tres meses de entrenamiento según los consejos que me han dado mis compañeros ciclistas, sobre todo mi tío. En muchas ocasiones me han comentado que siga esa metodología utilizada dentro del mundillo de las dos ruedas, que vienen a ser tres meses de acondicionamiento general (qué técnico suena eso), lo que ellos vienen a llamar “hacer la base”. Al final, me he decantado por organizar este “reinicio” de la temporada de esta manera. Dentro del atletismo, la forma de planificar los entrenamientos creo que viene a ser muy parecida, aunque bajo mi experiencia cuando tenía entrenador, esa forma de empezar la temporada distaba un poco de cómo lo hacen los ciclistas.

La idea principal para este periodo de tres meses (o de doce semanas) es el de hacer la parte “fácil” de la temporada, limitarme a hacer rodajes, unos rodajes que con el paso de los meses deberían ir incrementándose en distancia. Respecto a la intensidad, se trata también de ir progresivamente aumentándola, aunque esos intervalos fuertes los introduciré a partir del segundo mes de preparación y nunca al cien por cien. El objetivo es, por un lado, quitarme un poco la carbonilla, y por otro, lo más importante, que es el de ir preparando al cuerpo para sesiones de más específicas de series. ¿Tres meses de preparación centradas en rodajes es demasiado? Bueno, puede ser, teniendo en cuenta que me planto en a finales de febrero (porque “la base” la he comenzado esta semana, la anterior la utilicé para readaptarme a los entrenamientos después de casi dos meses sin hacerlo), por lo que la temporada de cross puedo ir dándola por perdida, pero al tener eso asumido, no tengo demasiada prisa, así que iré con calma. Doce semanas dedicándome a rodar pueden hacerse largas, o no, en mi caso opto por el hecho de que no se harán largas, porque me encanta hacerlo, pero, sobre todo, porque he visto a varios compañeros ciclistas a los que les ha salido bien, así que, ¿por qué no intentarlo? No sé si tengo algo que ganar, pero por lo menos, no pierdo nada, y aprovecho para entrenar de una manera diferente durante los primeros meses de entrenamientos.

Nos vemos… haciendo deporte, claro.

domingo, 6 de noviembre de 2016

Reflexiones, nueva temporada y crosses en Valorio

Siempre he defendido la música y la escritura como medio para, por lo menos, intentar transmitir unos sentimientos determinados o nuestro estado de ánimo en un momento concreto de nuestra vida. Mi objetivo para la entrada de hoy es ese, ponerme a juntar unas cuantas letras para, entre otras cosas, intentar expresar mi estado de ánimo dentro de lo que se refiere a mi vida deportiva. Ése será el objetivo principal para la entrada de hoy en el blog.

El martes, coincidiendo con el inicio del mes de noviembre y con el de la nueva temporada, se cumplieron ya seis semanas desde que me lesioné. Seis semanas que, en el tema deportivo, han sido diferentes, y en más de una ocasión, un tanto desesperantes. En este tiempo, después de haber parado diez días por completo, me puse manos a la obra con sesiones de bicicleta y natación para, por lo menos, intentar mantener el corazón activo y que el día que pueda volver a correr, el palo al ver la forma física sea un poco menor. He probado a corretear tres días, y en los tres he acabado dolorido, aunque, por suerte, en el último intento, hace justo una semana, fue mucho más suave y su duración, bastante menor que en los otros dos intentos, aunque con el tiempo suficiente como para no dejarme correr al día siguiente. Pero bueno, por lo menos, he ido “salvando los muebles”, como suele decirse, y aunque no haya sido corriendo, sí he podido mantenerme activo a través de otros deportes. El problema, como suele ser habitual cuando nos lesionamos, viene más relacionado al tema mental. Durante los días que estuve inactivo por completo, que tampoco creo que fueran demasiados para una lesión, me estuve comiendo la cabeza prácticamente las 24 horas del día, pensando en cuándo iba a poder volver ya no a correr, sino a poder practicar deporte sin dolor. Fueron pasando los días, y, tras volver a estar activo y ver que el pie respondía, empecé a darle vueltas a la idea de ponerme de nuevo a entrenar. “Total, si no tengo dolor dando pedales, seguramente pueda correr ya”. Pues nada, de nuevo cojo, a seguir la piscina y con la bici. Pasaron otros tantos días así, y decidí, tras ver que volvía a caminar sin dolor, volver a rodar. Acabé peor que en ese primer intento, volviendo a notar cierto dolor en el dedo afectado, lo que me llevó a volver a alternar bicicleta y natación, hasta que el domingo pasado volví a ponerme de nuevo las zapatillas y, en compañía de mi padre, ver qué podía pasar. Logré rodar tres cuartos de hora sin dolor ni molestia alguna, pero, al parar y quedarme frío, volví a notar molestias, unas molestias que por suerte fueron bastante más suaves que en los otros intentos y que, aunque me impidieron volver a correr al día siguiente, por lo menos me dejaban caminar sin tener que forzar la pisada.

Una semana después del último intento, y ya con un diagnóstico médico establecido (cazurro que es uno, acudí el miércoles a la consulta, un mes y medio después de lesionarme), he seguido haciendo natación y algo de bicicleta, pero con los ánimos un poco (bastante) tocados. Aunque por norma he seguido acudiendo a la piscina con ganas (ahora que le voy cogiendo el truco, me va gustando cada vez más, aunque sigo pareciendo un pato), igual que con la bici, ha habido días en los que me he quedado cerca de quedarme en casa. La cabeza fallaba al ver que no podía hacer el deporte que, al fin y al cabo, más me gusta de los tres que suelo practicar, y, como decía, he tenido días de estar a nada de no hacer nada. Quería salir a correr, pero sabía que éso no era algo factible, y me desquiciaba. Todos los corredores, cuando nos lesionamos, tendemos a tener pensamientos negativos durante los primeros días, es algo habitual y que debemos aprender a afrontar, pero cuando se es una persona ya de por sí un tanto negativa, como es mi caso, quitar esos pensamientos es complicado, incluso aunque hayan pasado varios días desde que la lesión apareció, como es mi caso. Incluso se me ha pasado por la cabeza dejar de lado el atletismo y dedicarme a la bici y a la natación a la que, como decía, le voy cogiendo cada vez más gusto. Pero bueno, éste último pensamiento fue una idea que, aunque me ha durado varios días, podríamos catalogar de un calentón de un día; de hecho, ya he firmado los papeles para sacarme la licencia esta temporada, aunque a este paso no sé si le daré mucho uso. Por ahora, después de este último calentón que comentaba y tras ver que el médico fue bastante optimista, parce que la cosa se ha calmado, aunque éso no quiere decir que siga teniendo ganas de salir a correr y que siga dando vueltas al tema de estar lesionado.

De todo se aprende, y de una lesión creo que también. Lo primero, he aprendido la importancia que tiene el deporte, y sobre todo el atletismo, para mi. Todo lo que me ha enseñado este mundillo y todos los buenos momentos que me ha dado, son complicados de igualar. He visto que muchas veces no valoramos cada entrenamiento o cada kilómetro hasta que no podemos hacerlo. Es entonces cuando nos damos cuenta de que todos esos kilómetros que hemos estado haciendo muchas veces como rutina, tenían un valor muy importante para nosotros. Creo que cuando coges esto como una rutina, acabas dejando de lado algunas cosas, y es algo de lo que te empiezas a dar cuenta cuando, por diferentes circunstancias, no puedes correr. Sobre los entrenamientos, creo que esta lesión, teniendo en cuenta el diagnóstico médico, no es una lesión causada a raíz de haber “hecho el loco” con las escasas sesiones de series que he hecho o con los entrenamientos de carrera continua con cierto volumen, de los que sí he hecho bastantes. A diferencia de la última lesión seria que tuve, que sí vino provocada por cazurro, ésta ha llegado a raíz de una mala pisada, por lo que creo que no puedo culpar a los entrenamientos. Pero, aun así, quizá sería interesante pararse a pensar sobre mi filosofía de encarar los entrenamientos para evitar futuras lesiones vinculadas a los mismos. Desde que entreno de forma autodidacta, la verdad es que siempre he tendido a meter bastante volumen, llegando a hacer la temporada pasada semanas de hasta 90 kilómetros. Me gustan bastante, quizá demasiado, los entrenamientos centrados en sumar kilómetros, a diferencia de los entrenamientos de calidad, que suelo dejarlos más de lado para centrarme en los rodajes, pero está claro que, a más kilómetros, más riesgo de lesión, por lo que tengo un riesgo relativamente elevado de sufrir bastantes lesiones musculares e incluso articulares, teniendo en cuenta un factor muy importante, y es que tiendo a estirar poco (o mejor dicho, nada) y el trabajo de fuerza lo he tenido bastante abandonado, sobre todo desde que dejé de entrenar con Teo, pues las sesiones de cuestas, unos entrenamientos que creo que vienen genial para trabajar la fuerza mientras corremos, las he reducido bastante, salvo en una época a inicios de la temporada pasada, donde sí la trabajé. Quizá debo replantearme los planes de entrenamiento y empezar a meter kilómetros más útiles, que me sirvan de cara a los objetivos que me propongan. Aunque sí es cierto que, si bien he metido bastantes kilómetros “basura”, debo decir que los he disfrutado con creces.

Se ha iniciado ya la temporada 2016-2017, y el Cross de Atapuerca y la Behobia-San Sebastián están a la vuelta de la esquina. Pero, para cerrar el artículo, me gustaría hablar de otra carrera. Hoy en Zamora nos hemos encontrado con que el Club Atletismo Zamora, el club con el que seguiré corriendo este año, ha organizado hoy el “Cross de Otoño” en el Bosque de Valorio, ese bosque que ha visto crecer a tantos y tantos corredores zamoranos. Diego Bravo, que este año se encuentra en su primer año de Junior, logró la victoria absoluta por delante de dos grandes deportistas, como son Fernando Lorenzo y Angel Nieto, segundo y tercero, respectivamente. La verdad, me gusta esta iniciativa por parte del Club para retomar este tipo de pruebas. Publicaba hace poco una entrada en mi blog escribiendo sobre las carreras populares y tal. Retomando el hilo, creo que este tipo de competiciones, eventos que se hacen en lugares naturales, como es el Bosque de Valorio, gratuitos, un poco a la antigua usanza, son las que se deberían fomentar, pues creo que son eventos que perfectamente nos van a poder formar e ir quemando etapas, algo que, como comentaba en dicho artículo, muchos se están saltando y van directamente a competir en pruebas de larga distancia sin haber apenas competido en otros eventos más apropiados, y por otro lado, vienen fenomenal para todos aquellos corredores cuyo objetivo sea competir de verdad, y probarse para ver cuál es su estado real de forma. En definitiva, que si volviéramos a este tipo de eventos, donde perfectamente pueden convivir los populares y los federados, creo que podríamos fomentar bastante más el deporte y el atletismo. Solo es cuestión de dejar de lado muchas de las pijadillas a las que nos hemos acostumbrado, y yo el primero (que si camiseta, que si chips, que si las clasificaciones casi instantáneas) y volver a competir sin tener que poner dinero, algo que cada vez se está poniendo más complicado. Ojalá de aquí a unos años, veamos que el número de carreras como la celebrada hoy en Valorio sean más multitudinarias.

Nos vemos… haciendo deporte, claro.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

El negocio del atletismo popular

Después de muchos días, demasiados, me pongo a escribir en el blog otra vez. No hace mucho publiqué una entrada sobre el concepto actual de las marchas cicloturistas, donde decía que son carreras ciclistas encubiertas, y que la idea de salir a dar una vuelta con otros ochocientos ciclistas está desapareciendo. Marchas como la Bilbao-Bilbao, Toro o Valladoli son puros eventos donde podemos hacer cicloturismo del bueno. Pero hoy no quiero escribir sobre eso. Quiero hacerlo sobre otro tema, también deportivo, que afecta al atletismo. Y es que creo que hemos llegado a un punto adecuado para sentarnos a recapacitar sobre hasta dónde ha llegado el mundo del “running”, lo que en los años ochenta y noventa era “footing”. Estamos viviendo un apeogeo impresionante, muchas veces nos dejamos “comer” por el marketing de los grandes eventos populares, muchas veces pensando en hacer negocio, algo que no siempre sale, y no somos conscientes de los daños colaterales que esto nos puede causar. Ahí van mis impresiones sobre este tema.

En ocasiones, tengo la sensación de que nuestra sociedad es una sociedad de extremos. Si nos vamos a la época de corredores como Mariano Haro o Santiago de la Parte, nos encontramos con que, por entonces, lo del “footing” o “running” era algo casi inexistente, y los que practicaban este deporte eran puros corredores de competición. No había tantas carreras populares como hay actualmente, y el nivel de las que había era bastante elevado. Varios años después, y sobre todo a raíz de los ochenta y noventa, cuando empiean a aparecer muchas populares y “runners”, el escenario, o mejor dicho, el decorado, ha variado mucho, y nos encontramos desbordados por el número de corredores populares inscritos en cada carrera, y por la gran cantidad de eventos populares que se celebran en cada provincia o comunidad autónoma en un mismo fin de semana. Hemos pasado del punto en elq ue lo de correr estaba mal visto, al contrario, y ahora es una auténtica moda e incluso obsesión. Bueno, lo que está de moda no es ser atleta popular o federado, sino ser “runner”, porque ser atleta es algo muy diferente. En resumidas cuentas, ¿es beneficioso? Creo que es muy bueno que la gente corra y haga carreras populares y tal, pero lo que no veo muy normal es el extremo al que hemos llegado, done corremos sin un control, dejándonos llevar, en muchas ocasiones, por el marketing de los grandes eventos populares, creyendo que somos Superman y que, tras dos años corriendo, seremos capaces de correr maratones, carreras de ultrafondo o carreras de montaña, las llamadas de trail, donde nos encontramos con pruebas que perfectamente llegan a la treintena de kilómetros, e incluso pueden llegar o superar los setenta. Pruebas, al fin y al cabo, que requieren una base bastante interesante, de la cual, muchos participantes carecen por completo, al venir de la vida sedentaria.

Deberíamos sentarnos a reflexionar. Por un lado, debemos pensar si estamos o no preparados para nuestros objetivos y ver si son coherentes con la base y la preparación llevada. Aunque a los corredores nos cuesta demasiado (a mi el primero) tirar de lógica, de vez en cuando es bueno pararse y reflexionar. Si llevo un par de años corriendo y me he limitado a salir a trotar y participar en carreras populares de cinco, seis o siete kilómetros, la lógica y el sentido común debería llevarnos a preparar bastantes carreras de 10.000 metros, no tirarnos de lleno a por las medias maratones, porque sería meter algunos entrenamientos bastante largos, y nuestro cuerpo notaría ese cambio tan brusco al que le hemos sometido, y el organismo se quejará siempre igual, es decir, con las dichosas lesiones. No podemos dejar que las modas, la publicidad de las carreras o nuestras ganas nos puedan, y como todo en la ivda, ir quemando etapas en el momento adecuado. Está claro que hay que adaptarse a la edad a la que hemos empezado a correr, porque no es lo mismo empezar con ocho o con treinta años. El primero aprovechará su juventud para formarse como atleta a fuego lento y competir, con el paso de los años, en pruebas de medio fondo, como el 1500, para luego dar el asalto al 3000 y al 5000, creando una gran base para las carreras de larga distancia, mientras que el segundo podrá empezar compitiendo ya en pruebas populares de cinco y diez kilómetros, y solo cuando tenga esto no trillado, sino muy trillado, plantearse (repito, plantearse) el salto a los 21 kilómetros. Lo mejor para esto es la figura del entrenador, pero de un entrenador cualificado y con experiencia como atleta, pues con el boom del atletismo popular, han aparecido de golpe y porrazo un montón de personas sin titulación que se ponen a entrenar a otros corredores. Una persona que sepa de lo que va el tema y con la titulación adecuada nos ayudará a planificar la temporada, los entrenamientos y las competiciones.

Pero no se trata solo de ir a por los corredores. Muchas personas, ante el hecho de que algunas carreras llenen sus inscripciones meses antes, ven en este tema un negocio económico y se lanzan a por la organización de una en su pueblo, barrio o ciudad, pensando que ésto es la gallina de los huevos de oro. Desde luego, no es nada, pero nada fácil organizar un evento popular. Hay unos gastos, muchos, y hay que suplirlos entre patrocinadores y/o inscritos, y debemos tener en cuenta que siempre nos saldrá algún gasto extra, por lo que conviene hacer bien las cuentas antes de ponernos. Pero, una cosa es eso, y otra, que por correr una carrera de cinco kilómetros te pidan diez euros, o por una de diez, catorce euros, cuando en algunas medias maratones (Zamora, por ejemplo) la cuota de inscripción es de doce euros. Supongo que sus motivos tendrán para hacerlo, y en gran medida, si la prueba sigue, es porque a la gente no le cuesta dejar diez euros para un 5000, pero, a pesar de lo que comentaba, creo que tendremos que pensar varias cosas.

El precio de una carrera debe estar acorde a los servicios que se van a prestar a cada corredor, es decir, en la bolsa de corredor (ésto, en una carrera popular, es muy valorado por los participantes), avituallamiento (creo que todos hemos corrido carreras donde se han acabado) o en una buena señalización del recorrido. A fin de cuentas, el dinero del corredor debe invertirse en él. A lo que no le veo demasiado sentido es que a las carreras populares se lleven atletas invitados, a los que normalmente se les paga la inscripción. A fin de cuentas, y nunca mejor dicho, por el ritmo que este corredor llevará, la mayoría de corredores solo podrán verlo en la salida, y un grupo selecto podrá seguirle el ritmo durante unos cuantos kilómetros, un grupo que, por cierto, no va invitado, pero que van al mismo ritmo que el profesional. Y si tenemos en cuenta que cada vez más populares pasan de competir y se van a la filosofía de pasar la mañana y ni lo ven, nos debería hacer pensar que, quizá, ese dinero no ha servido de mucho. No es cuestión de desprestigiar a los atletas de élite, ni mucho menos, pero es una cuestión de ver en qué es lo que mejor podemos invertir el dinero del que disponemos para organizar una carrera, y creo que para el atleta popular, lo de llevar a un profesional contratado no es la mejor opción, pues solamente un grupo muy selecto podrá aguantar su ritmo, mientras que otros se conformarán con verlo en el calentamiento, no verlo o, como me ha sucedido a mi en más de una ocasión, enterarme de que había participado tal atleta o de que ese invitado tenía victorias o grandes puestos en carreras profesionales un tiempo después de haber corrido, y solo haber pensado al cruzarnos en el calentamiento “qué planta tiene este, seguro que anda bien”.

Luego, muchas carreras invierten una cantidad económica tirando a elevada para verdernos el producto. Nos dicen que el circuito es muy rápido, que participarán varios atletas en busca de una mínima para poder participar, por ejemplo, en unos Juegos Olímpicos, o que es un circuito ideal para cumplir nuestros objetivos cronométricos o debutar en una distancia. Una cosa es dar a conocer nuestra prueba, tanto en redes sociales como en medios de comunicación, algo que está muy bien para que los corredores conozcan nuestra prueba, y otra muy diferente querer meternos esa prueba por los ojos e incluso, como ha sucedido en más de una ocasión, llegar a ser cargantes con la publicidad. Creo que una parte muy importante de que cada vez más gente se anima a participar en competiciones del estilo a las medias maratones o las maratones se debe a que haya organizaciones que nos intentan convencer por todos los medios posibles y a través de cualquier medio, de que participemos en su correspondiente prueba. Bajo mi punto de vista, ésto no es algo que beneficie demasiado al hecho de intentar correr con algo más de lógica, pues parece que nos puede el ansia de que nuestra carrera tenga más participantes que la que se organiza en el pueblo que está al lado. Por otro lado, algunas organizaciones llegan a ser cargantes. He tenido la experiencia con alguna prueba de que siempre que entraba en mi cuenta de Facebook me encontraba con tres o cuatro anuncios de la misma prueba, entrara las veces que entrara a lo largo del día. No sé vosotros, pero cuando veo tanta publicidad, acabo cogiendo un poco de manía a la carrera anunciada, y no es la primera vez que no participo en una carrera por exceso de publicidad.

Mi experiencia personal como atleta no es demasiado amplia, pues tan solo llevo siete años corriendo, pero sí es cierto que he podido competir en pruebas federadas del estilo al Cantimpalos, Venta de Baños, Atapuerca o Aranda, y en varios tipos de carreras populares, desde las típicas “carreras de barrio” hasta carreras populares con un cierto nivelillo, aunque, claro está, nunca he competido a nivel profesional, ni mucho menos. De todas las competiciones que he corrido, la verdad es que me quedo con gran parte de las carreras que he corrido en los pueblos, carreras que he ido encontrando por páginas web y de las que, en muchas ocasiones, por no encontrar, no encontraba casi ni patrocinadores. Sin embargo, éstos han sido los eventos donde mejor trato he visto hacia el organizador por parte de los organizadores, y donde más esmero he visto porque la carrera salga hacia delante. Hay incluso competiciones que hacen barbacoas o meriendas (o comidas, depende de la hora a la que se corra), con una gran abundancia de comida, y sin tanto apoyo como he visto en otras competiciones, donde el trato hacia el corredor es bastante mejorable, la señalización es muy regular, o la bolsa de corredor no está acorde con lo que la organización pide por inscripción.

En resumidas cuentas, y a modo de cerrar el artículo, vamos a ver si somos capaces de tirar de lógica y no solo de ganas, y no vamos quemando etapas antes de tiempo, y empezamos a valorar a aquellas carreras “de pueblo”, donde realmente se centran en el corredor popular, que ha pagado su inscripción, y no en anunciar su prueba a diestro y siniestro o en invitar a un montón de atletas de élite, gastando un dinero que podría invertirse, por ejemplo, en más avituallamiento o más cosillas para la bolsa de corredor.


Nos vemos… haciendo deporte, claro.