martes, 19 de diciembre de 2017

De GPS, watios y competiciones va el asunto

Muchas veces he dicho (y otras muchas me lo han dicho) que soy muy “de la vieja escuela” y muy, muy cuadriculado. Ésto afecta a la manera que tengo de ver muchas de las circunstancias actuales con las que nos encontramos en deportes como el atletismo y el ciclismo. La carrera a pie a nivel popular o, mejor dicho, el “ranin”, el cicloturismo y el triatlón están teniendo, en la actualidad, un auge impresionante. Estamos en plena expansión y cada vez vemos más gente participando en los eventos deportivos correspondientes. Todo esto está genial cuando hemos entrenado acorde con el objetivo, conocemos nuestros límites, no queremos ir más allá y, además, cuando logramos disfrutar de todo esto. Sin embargo, hemos llegado a un punto que, la verdad, me está resultando preocupante. Cada vez vemos más “raners” calzarse las zapatillas para salir a correr en una maratón cuando no llevan ni un año corriendo y la preparación para nada ha sido acorde. Lo mismo sucede en pruebas cicloturistas, donde, primero, se sale a competir en eventos cuyo objetivo no es ese, muchos llegan a los eventos sin haberse organizado en temas de entrenamientos. Si hablamos de tecnología, en sendos deportes nos encontramos con unos artilugios que, hasta no hace demasiados años, eran prácticamente ciencia ficción. Relojes en el caso de la carrera a pie y aparatos con forma de teléfono móvil en el caso del ciclismo, capaces de darnos distancia, pulsaciones, watios, cadencia de pedaleo y muchos más datos, y que lo único que provocan es que estemos más pendientes de lo que dice el “aparatejo” que de nosotros mismos.

Comienzo escribiendo sobre las pruebas deportivas. Siendo sincero, creo que en el aspecto de la preparación de competiciones o eventos a nivel popular, los atletas somos, por norma, bastante más “desordenados” que los aficionados al ciclismo, aunque es cierto que es solo un puntito el que, bajo mi punto de vista, nos separa. Voy a explicarme. Dentro del mundillo de las carreras y corredores populares, nos encontramos con gente que se plantea como objetivos distancias de cinco y diez kilómetros, unas distancias para nada desdeñables, ni cuando estamos empezando ni cuando ya llevamos años metidos en esto, porque los ritmos, por ejemplo, van variando, y al final, el sufrimiento viene a ser el mismo. Sin embargo, ya aquí nos encontramos con gente, por ejemplo, en pruebas que ahora están a la vuelta de la esquina, como son las San Silvestres, en las que un año se apuntan un grupo de amigos y uno de ellos se queda con las ganas, por lo que decide empezar a corretear un poquito para poder salir él también con su grupo de amigos a pasar el rato. Unos, empezarán y serán disciplinados, se pondrán en manos de un experto (con experiencia y titulación, que siempre nos dejamos lo último) y podrán completar cualquiera de esas dos distancias un año más tarde sin mayor dificultad. Sin embargo, nos encontramos con personas que empiezan. Y lo dejan. Y vuelven. Y lo dejan. Y vuelven. Y así, durante el siguiente año. Consecuencias: llegamos a la siguiente San Silvestre sin una base sólida, sin haber entrenado regularmente,, y las lesiones deciden hacer acto de presencia, si es que no hemos hecho alguna antes con ciertas “locurillas” en uno de esos entrenamientos intermitentes, pensando “hoy me pego la paliza por todos los días que me he saltado antes” (que perfectamente pueden haber sido tres o cuatro semanas sin hacer nada de nada). Y por no hablar de los que no han hecho nada de deporte, pero deciden apuntarse a una San Silvestre de 10 kilómetros.

Aumentando de distancia, las cosas se modifican un poco, pero los patrones siguen siendo semejantes a lo escrito anteriormente. Muchos corredores empiezan en esto del atletismo, y rápidamente empiezan a marcarse objetivos. Eso es algo interesante cuando somos conscientes de que estamos empezando en este mundillo y, por lo tanto, no podemos asaltar algunas cosas antes de tiempo. Sin embargo, tras haber participado en alguna prueba de cinco y diez kilómetros, nos atrevemos con hacer una tirada de 17-18 kilómetros, y como hemos sido capaces, nos animamos a correr media maratón. Y todo esto, en cosa de aun año. ¿Es bueno asaltar a la larga distancia? Sí, siempre y cuando estemos preparados para ello y conozcamos hasta dónde podemos llegar. Bajo el punto de vista de alguien que no es entrenador de atletismo ni nada por el estilo, sino un aficionado a este deporte, creo que no conviene darse tanta prisa para asaltar a pruebas que vayan más allá de los diez kilómetros. Cuando estamos empezando en esto, debemos llevar una escala lógica, que debe ir acorde a nuestra edad.

Yo siempre recordaré la frase que Teo tantas veces nos decía: “Un corredor pasa a ser atleta cuando ha sido capaz de encadenar cinco años de entrenamientos regulares”. De ahí, la importancia de saber llevar una buena escala. Lo mejor, sobre todo cuando estamos iniciándonos, es contar con la ayuda de un entrenador, que sepa llevarnos. Bajo mi punto de vista, el buen entrenador no es aquel que tiene experiencia tras haber estado compitiendo durante muchos años, o solo aquel que tiene una titulación, porque un día, por qué no, vio una salida interesante guiando a corredores, aunque luego no haya corrido. Para mi, el buen entrenador es aquel que tiene experiencia a nivel atlético y que, luego, ha decidido formarse para poder llevar a deportistas.

Me gustaría centrarme ahora en las competiciones. Debido a la gran cantidad de corredores que hay actualmente, nos podemos encontrar con un amplio abanico de pruebas en las que participar cada fin de semana. En provincias con bastante población, nos encontramos con que, entre el viernes y domingo, coinciden varias pruebas. Pero ésto ya no solo ocurre en lugares de estas características, y en cuanto llega el bueno tiempo, en provincias más pequeñas sucede esto. No tenemos más que ver, por ejemplo, en calendario de carreras populares de Zamora entre junio y septiembre, para darnos cuenta de esto. Y pongo solo un ejemplo de provincia pequeña. ¿Cómo me parece esto? Pues, la verdad, me parece muy bien que haya competiciones a nivel popular, donde los atletas que salen a correr por puro placer puedan colgarse un dorsal de su camiseta y juntarse, como sucede en algunas ocasiones, con atletas de élite, pero también creo que ésto ha sobrepasado el límite, sobre todo en pruebas de media maratón y maratón. Me explico. Resulta que nos encontramos con las típicas carreras en los pueblos o barrios sobre una distancia determinada, con unos cuantos participantes y demás, lo que viene a ser una “carrera de las de toda la vida”, pero luego, nos encontramos con otras competiciones que en su día comenzaron siendo así, pero que con el paso de las ediciones han logrado una repercusión impresionante, llegando a unas cotas de inscritos que dejan a uno con la boca abierta. Nos encontramos incluso con que muchas pruebas compiten por ver quién tiene mayor número de inscritos, o en cuál de ellas se hace mejor marca. Para mi gusto, todo basado en el marketing, en atraer a la mayor cantidad posible de participantes. ¿Ventajas? Bueno, la verdad es que yo no le veo demasiadas ventajas al hecho de “compartir” espacio con otros 20.000 corredores. Es cierto que, si o sí, ese gran grupo tiene que acabar disgregándose en pelotones más pequeños, pero creo que sigue siendo algo realmente incómodo y que puede llegar a ser, incluso, un poco “claustrofóbico”. ¿Inconvenientes? Destacaría que, por qué no, gran parte de estos eventos multitudinarios tienen la “culpa” de que muchos deportistas decidan pasarse a las largas distancias sin los entrenamientos o base suficientes. Esas campañas de publicidad por medios especializados la verdad es que son muy, muy buenas y animan a cualquiera a correr una maratón o una media, y viendo el panorama, creo que no es lo mejor.

Si cambiamos de deporte y nos vamos al ciclismo, nos encontramos con historias prácticamente idénticas a las mencionadas en los párrafos, aunque, bajo mi punto de vista, sí es verdad que, quizá, aquí se cometan menos “locurillas”, aunque, como escribí al principio del artículo, la diferencia es mínima. Gente que nunca antes ha hecho deporte se apunta a marchas como la Quebrantahuesos, un evento de 205 kilómetros entre España y Francia que requiere de muchas, muchas horas de entrenamiento, muchos puertos subidos y, para colmo y mi gusto, muchos, muchos años haciendo kilómetros sobre una bicicleta. No quiero repetir todo lo anteriormente escrito de nuevo, pero con otro deporte, así que me voy a centrar, en esta ocasión, en escribir sobre un tema que concierne a ambos deportes: la tecnología aplicada a los “aparetejos” capaces de darnos tal cantidad de datos juntos, que si a los ciclistas de hace veinte años se lo hubieran dicho, no hubieran por menos que echarse a reír y llamar “frikis de la ciencia ficción” a quién se lo dijera.

Hace unos cuantos años, era bastante habitual ver que los ciclistas salían a entrenar sin nada que les sirviera de referencia más allá de sus propias sensaciones, sin cuentakilómetros ni nada semejante. Lo mismo sucedía con el atleta, que, como mucho, utilizaba los relojes de aguja para tener un poco controlado el tiempo que corría, pero nada más. Como curiosidad, recuerdo de que los más veteranos del Club me comentaban cuando se iban a rodar utilizando, precisamente, aquellos relojes de aguja. Los tiempos pasaron, y con ellos, aparecieron los cuentakilómetros y los relojes digitales que llevaban incluso cronómetro por vueltas. ¡Menudo cambio! Seguro que aquellos primeros “cuentas” fueron mucho menos fiables que los actuales, pero ya era todo un cambio. En el atletismo, en este aspecto, hemos estado algo más rezagados hasta hace unos años, y hemos seguido utilizando estos relojes digitales (a los que, años más tarde, se les unió el pulsómetro) hasta no hace demasiados años, que aparecieron los primeros GPS. Y ahí el cambio ya sí que fue brutal. Dentro del mundillo de la carrera a pie, nos encontramos con que ya no hacía falta calcular a ojo los kilómetros o lo de saber lo que se había hecho rodando por circuitos que previamente se habían medido con los cuentakilómetros de las bicicletas, pues estos aparatos, además de pulsaciones, nos daban al instante la distancia recorrida, el ritmo al que se rodaba o nos permitían la opción de ver de forma automática el tiempo que realizado en el último kilómetro.

La verdad, me parece que la aparición, primero, de artilugios como los pulsómetros y, más adelante, de los GPS, ha sido algo muy, muy positivo, pero, como todo, con ciertos matices. El hecho de tener al instante y de manera bastante fiable toda la información que nos proporcionan los actuales GPS es una gozada y nos permite ver con más datos si nuestros entrenamientos están realizando efecto o no. Sin embargo, tengo la impresión de que nos hemos “obsesionado” un poco con este tipo de material. Nos encontramos actualmente en el mercado con aparatos que aportan tal cantidad de información que sucede lo siguiente: gran parte de esa información no la vamos a utilizar en toda la vida útil que pueda tener el GPS. Pienso que, en el caso de un deportista popular, basta con saber la distancia, ritmo o velocidad, tiempo y pulsaciones, y también es importante poder hacerlo con un cronómetro por vueltas. Todo ésto lo ofrecen los GPS actuales, por lo que, en este aspecto, genial. Luego, siguiendo con lo necesario para los que nos gusta esto, pero no nos dedicamos de manera profesional a competir, creo que más, sobra. No acabo de entender, por ejemplo, que muchos cicloturistas sean incapaces de salir a dar pedales si no es sabiendo en cada momento los watios que van moviendo. Entiendo el uso de esta forma de entrenamiento en los ciclistas profesionales, pues cuantos más y mejores datos tengan para entrenar, mejor, pero, en el caso de cicloturistas e incluso ciclistas Master, creo que es un utensilio que no se le va sacar ningún partido. Sin embargo, para todos los usos, sí veo bien el pulsómetro, no solo cuando estamos preparando una prueba, sino también para salir a hacer algo de ejercicio. Es una manera, para mi gusto, muy adecuada de tener controlado el corazón, parte fundamental de nuestro cuerpo, y que, por qué no, nos puede ayudar a ver posibles anomalías cardíacas, aparte de ayudarnos a no “pasarnos de rosca” en ciertos momentos de intensidad.

Aun hay gente que prefiere salir con el cronómetro digital de toda la vida y que no quieren saber nada de los GPS actuales. ¿Mal hecho? Pienso que es una cuestión, también, de lo que a uno esté acostumbrado, y que no tiene nada de malo usar “el casio de toda la vida”, como suelo decir en varias ocasiones, siempre y cando seamos conscientes de nuestros límites, de saber cuándo podemos forzar haciendo series o cuándo es mejor salir a rodar tranquilo durante unos cuantos kilómetros. Así se ha estado hasta no hace tiempo, y desde luego, los deportistas no tenían menos nivel que ahora, ni mucho menos. Es más, como alguna vez me han dicho, “ahora que tenéis un montón de datos a vuestra disposición, corréis menos que en mi época, cuando íbamos con el Casio que tenia cronómetro por vueltas”. Y me lo han dicho varias personas.

Nos vemos… haciendo deporte, claro.

No hay comentarios: